Algunas reflexiones una semana después de Mad Cool 2018. No cabe duda de que el festival se ha transformado en esta tercera edición en una enorme maquinaria en un tiempo record, casi sin comparación en España (y si me apuras ni en Europa) y para manejarla perfectamente hace falta algo más que experiencia. Hay errores o situaciones inevitables, pero hay muchos otros que se pueden prevenir o solventar fácilmente para que no vuelvan a ocurrir.
El cambio de recinto a Valdebebas cumplió con las expectativas de la organización, ya que metieron nada más y nada menos que 80.000 personas cada día para escuchar música, toda una hazaña. No así cumplieron con las de gran parte del público, destacamos algunas como:
El primer día miles de personas estuvieron atrapadas en el acceso a través del recinto ferial de IFEMA (al parecer por una caída del sistema) durante dos horas a pleno sol sin agua ni información que se sumaba a otra hora más para los que no tenían la pulsera para entrar. Nosotros tuvimos suerte (llegamos uno pronto y otra tarde y teníamos las pulseras en nuestro poder desde que las compramos en diciembre) y no lo sufrimos, pero es incomprensible esas colas durante tanto tiempo sabiendo de antemano las horas de máxima afluencia, el número de personas que van a acceder, cuantas no tienen la pulsera, etc.
Ese día también hubo bastantes problemas para comprar bebida y comida, ya que el personal no era suficiente para atender la demanda y no funcionaba el pago con tarjeta. Los días siguientes metieron más trabajadores en la barras y las esperas eran más llevaderas, pero aún así nos parece que comer y beber es algo esencial, mas si no dejan acceder nada más que una botella de agua pequeña sin tapón. El público pasa horas y horas en el recinto y no debería suponer un problema comprar y consumir.
El enorme espacio VIP reservado justo delante de los escenarios principales es un sinsentido. Vale que pueda haber una zona reservada, pero debería ser bastante más pequeña o elevada por la zona de la torre de sonido o una grada lateral. Las primeras filas deben estar reservadas para los que lleguen antes.
Parte de estos problemas se repiten y no todo vale. No todo el que acude a un festival lo hace en plan destroyer, dándole igual la música y solo asistiendo por postureo. Muchos festivaleros estamos interesados por la música, pagamos una entrada y entendemos que es exigible unos mínimos. En nuestro caso llevamos asistiendo asiduamente a festivales desde 2002 (FIB’s, Primavera’s, BBK’s, Low’s, Summercase’s… ¡hasta sobrevivimos al Festimad 2005!) y sabemos cómo movernos en estos eventos, y cuando no puedes hacerlo… algo no cuadra.
Aún así, no todo ha sido malo: el recinto es amplio – aunque si metieran unos miles menos los conciertos se podrían ver y escuchar mejor- y muy chulo decorado, con un césped artificial muy cómodo, buena calidad de sonido y de imagen en las enormes pantallas, fuentes de agua (abarrotadísimas, pero había), los baños no muy mal comparados con otros que hemos sufrido por ahí y en lo musical impecable, con muchísimos conciertos de gran nivel, como no cabía duda ante el fantástico cartel que habían programado.
Como conciertos destacados en primer lugar señalamos el de Nine Inch Nails que fue apabullante y después los de Queens of the Stone Age, Jack White y Pearl Jam, varias generaciones unidas por una cosa: el ROCK. Un peldaño por debajo situaríamos a los mutantes Arctic Monkeys, la clase de Eels y a Franz Ferdinand, ante los que es imposible no echar un baile. Como nota negativa, la suspensión del concierto de Massive Attack, que fue un jarro de agua fría para sus fans después de estar esperando más de una hora sin saber qué sucedía.
En el apartado nacional (que podía haber sido algo más numeroso y haber tenido algún mejor horario y escenario) nos gustaron por encima del resto los madrileños, que hace tiempo están a la altura de los líderes del post-rock internacional, Toundra. Y nos alegramos por las sorpresas del éxito de los shows de Morgan y Núria Graham que están llamadas a cosas grandes.
Crónicas del Mad Cool 2018 por días:



No sabemos qué pasará el año que viene en el panorama festivalero, lo que si está claro es que durante julio principalmente pisarán nuestro país toda banda que ande de gira en ese momento. Lástima que coincidan tantos festivales al mismo tiempo.
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