A la última jornada llegamos con ganas de dejarnos la piel -o más bien las ya maltrechas piernas- en el intento por ver todos los conciertos que pudiéramos. Ya con la experiencia de los días previos, con la organización solventando algún que otro problema y como siempre en las últimas jornadas de los festivales, con más gente tirada por el suelo, – que no incordia aunque haya que ir sorteándola – podías llegar a más escenarios sin empujones ni atropellos.
Para empezar el sábado nos reconciliamos con Wolf Alice de los que ya nos había gustado más su segundo disco y que en directo nos han encantado por la actitud de todos ellos, atentos para contagiar su rabiosa energía y por la forma de cantar y gritar de Ellie Rowsell. Para continuar con las buenas noticias el concierto del para nosotros algo desconocido Rag´N´Bone Man, de los que teníamos una idea equivocada (cierto es que aguantamos también porque abrieron la zona vip y pudimos conseguir sombra). Su parte más bluesera y los metales y la corista que le acompañan fueron una de las sorpresas del festival. Mucho público para ver a los islandeses Kaleo y no nos sorprende porque una vez más hizo un show muy preciso de raíz americana. Queríamos ver que hacían Niña Coyote Eta Chica Tornado y lo que presenciamos fue un derroche de fuerza al que no le hacía justicia una carpa demasiado abarrotada y con muchísimo calor. Así que no tuvimos otros remedio que ir a ver a Jack Johnson, que aunque no sea muy de nuestro estilo servía perfectamente para recuperar fuerzas a la sombra. Lúdico y buenrrollista, en el buen sentido, su show se puede hacer largo si no eres fan. La mejor parte, la de sus singles más conocidos y animados y cuando invitó a Portugal the Man a acompañarle.
Empezaba a notarse en el ambiente que llegaba la traca final y lo hizo de la mano de Josh Homme y sus Queens of the Stone Age repartiendo a diestro y siniestro y no dejando títere con cabeza. Hoy en día no hay banda que haga mejor rock que Las Reinas de la Edad de Piedra y sus directos son apabullantes. Con Depeche Mode hicimos un concierto en dos tiempos. Vimos la primera parte con It´s no good o Precious entre otras y un Gahan empeñado, como siempre, en animar al público. Parece mentira que se esté acercando a los 60 años y 40 de carrera. Pero al no coger buen sitio nos dimos una vuelta para ver una de nuestras debilidades, Black Rebel Motorcycle Club, que nunca alcanzaron ni lo harán, incomprensiblemente, el estatus de bandas hermanas en sus inicios como The Strokes, en parte gracias a su faceta más oscura. Pero su repertorio y un directo seco que va al grano está desde luego a la altura. De vuelta con Martin Gore y Dave Gahan, ahora si en el sitio adecuado (alejado de pseudo fans que sólo conocen el Personal Jesus y se empeñaron en llegar a las primeras filas a grabarlo con el móvil). La parte final de su show está a la altura de muy pocos, siendo uno de los momentos de esta edición, sonando Never let me down again, antes de los bises y después Walking in my shoes, la preciosa Enjoy the silence y el baile colectivo final con Just can´t get enough.
Momento de acercamos al escenario Koko para evitar la riada de gente que se acercaba al escenario principal y también por la curiosidad de ver por fin a Future Island y los bailes de Samuel T. Herring. Realmente hipnótico cuando se contonea, se da golpes en el pecho mientras saca ese bozarrón. Pero ahora si, tocaba darse una carrera para llegar a uno de los conciertos del año. Nine Inch Nails siempre nos ha parecido que ganan en directo, todo atisbo a plastificado se pierde entre la feroz y orgánica puesta en escena. Una escenografía donde importaba menos las pantallas en blanco y negro (seguimos sin entender que con tanta calidad como tenían y una más que aceptable realización se desaprovechara y no estuvieran en color) con un telón de fondo que parecía el escenario de algún crimen, con salpicaduras de sangre donde se reflejaban las sombras de la banda y alguna canción con un foco apuntando desde cerca a Trent Reznor para dar aspecto tenebroso. Closer, la versión de David Bowie I´m afraid of americans, March of the pigs o Head like a hole brillaron en la hora y media más opresora y avasalladora que recordamos. Teníamos curiosidad por ver como se comportaban Jet tras su vuelta a la actividad y nos fuimos con mal sabor de boca. Había un público bastante numeroso y que se sabía las letras, sobre todo de Get born y ellos se mostraban agradecidos, pero algo no funcionaba. Un exceso de frialdad o falta de ritmo para una formación que lleva tanto parada pero que ya tenía mucha experiencia a sus espaldas. Fue el empujón definitivo para emprender el largo camino para salir del Ifema pensando en el cartel que nos esperará el año que viene y cómo terminará la guerra de festivales ahora que al Mad Cool, BBK o Cruïlla se une la vuelta del clásico Doctor Music Festival.
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