Sólo aparentemente sencillo
Vuelve Miren Iza y lo hace con un quinto disco que continúa el excepcional camino que tomó en 2015 con La calma chicha (entre medias está su vital colaboración en Los exiliados románticos de Jonás Trueba). Centauros (I*M Records, 2017) parece la perfecta destilación de un proyecto cruce de cantautora folk (parece que todavía haya que justificarse al emplear el término cantautora, aunque nosotros no le vemos nada peyorativo) con electrónica. Ese punto que ha alcanzado, junto con unas preciosas y personales letras la hacen ser de las propuestas más interesantes y pegadas a la actualidad del momento. Tulsa no es desde luego un proyecto corriente en estos lares y Miren es mucho más que una etiqueta. Las letras del disco profundizan en los sentimientos, el sexo, la amistad, el feminismo, lo complejo de las relaciones personales y por supuesto el desamor. Y la vuelven a confirmar como excepcional letrista con el justo y elegante toque de denuncia social y atinada y sensible cuando toca hablar de sentimientos.
La canción que da título al disco es una de las canciones del año, aunque el haberse publicado con 2017 casi acabado haga que la disfrutemos en 2018. Centauros habla de las contradicciones del ser humano y de la crisis de identidad del hombre que no acepta que la mujer consiga el puesto en la sociedad que merece: «Todo el mundo habla mal de ti, eso habla muy bien de ti». Bilbao cuenta como no siempre es posible volver al hogar, ni desde luego tampoco retroceder a un tiempo mejor. Tu protectora ciudad de juventud ya no es reconocible y se ha transformado en otra cosa. ¿O tal vez seas tu quién te has convertido en otra persona?. A veces no se encuentra el sitio al que se pertenece, ni siquiera rebuscando entre antiguas amistades o amantes y hay que reinventarse, porque buscar un ancla en el pasado no es fácil.
A base de metáforas Tulsa habla en Venda, vendita venda de relaciones que se mantienen por rutina y de no querer ver la cruda realidad. Es otra muestra más de la parte más melancólica del disco que se rompe por ejemplo con Lobo donde intenta ahuyentar a la jauría que nos rodea y que salga despavorida, gritándola y con unos preciosos arreglos de saxo. O en Canción que gira entorno a la composición musical con un divertido juego de personificación en el que dice que cada vez que se enfrenta a la página en blanco la letra le acompaña metiéndose en su cabeza y viviendo juntas casi como si fueran compañeras de piso. Pequeñas embestidas trata de la dualidad entre la aceptación de la dolorosa rutina o la resistencia a no dejarse vencer por la acumulación de derrotas del día a día. Con Abraham Boba de acompañante intercambian unas de las frases más bonitas aunque duras por conformistas y tristes: «Tú nunca serás Francoise Hardy Y tú, mi amor, nunca serás Alain Delon».
Con la sencillez de Amiga donde escribe una carta/email a una persona que hace tiempo que no ha visto nos imaginamos sus directos y lo poco que va a hacer falta a su alrededor para hacer un concierto. Recuerda el tiempo que pasaron juntas y como todo su fue evaporando naturalmente. Desde las primeras peleas tontas hasta que de repente hay un abismo entre ellas. La primera pérdida en la vida de una persona es la que más duele. Atalaya cierra el disco siendo la más bailable, clamando por el empoderamiento femenino con un punto de rabia que rompe con la nostalgia que tiene parte del disco y que se agradecerá en sus conciertos (sin ir más lejos, en el Ochoymedio Club de Madrid el próximo 1 de febrero). En cada verso de cada canción Miren parece abrirse en canal y Centauros ser un ajuste de cuentas con el pasado.
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