Las victorias imposibles son las luchas más importantes
120 Pulsaciones por minuto cuenta la vida y la lucha de un grupo de activistas por visibilizar el SIDA a principios de los 90 a través de los ojos de un nuevo integrante del grupo.
Donde la película gana es en las acciones reivindicativas o en las reuniones donde debaten el camino a seguir porque Campillo consigue con la ayuda del gran trabajo de un numeroso grupo de actores – donde todos podrían llamarse principales – y con una cámara ágil hacerte sentir parte de esa invasión a un laboratorio farmaceútico o querer pedir la palabra para apoyar alguna de las intervenciones en los encendidos debates que mantienen.
Es cierto que buena parte de sus 143 minutos se ocupan de secuencias como estas pero desde luego no son las únicas. La historia de amor se escribe e interpreta con sensibilidad y sin tabús y el drama del empeoramiento de la enfermedad en alguno de los personajes con franqueza y sin excesos sentimentalistas. Además consigue que las diferentes relaciones entre los personajes sean creíbles, ya sean de amor, amistad, enfrentamiento o como al final de la película de compartir el duelo (con una magnífica secuencia donde los diferentes amigos y compañeros del fallecido llegan a su casa y reaccionan con su madre y entre ellos).
La pregunta que enseguida se viene a la cabeza es ¿Por qué es necesaria una película así ahora?. A parte de que no se puede olvidar el pasado para honrar a los que lucharon, sufrieron y murieron por conseguir la ayuda que los enfermos necesitaban, los patrones son parecidos a muchos de los desafíos y luchas actuales. Sólo hace falta recordar las reivindicaciones hace poco tiempo de los enfermos de hepatitis C y el poco caso que se hizo a su situación para reconocer la actualidad de la película.
Aunque puede que no termine estando entre las mejores películas del año cuando termine este 2018, la cantidad de premios y nominaciones que ha ido cosechando (Cannes, César, Cine Europeo…) son más que merecidas. Por el trabajo en el montaje, por su gran reparto encabezado por el argentino Nahuel Pérez Biscayart y Adèle Haenel, por el manejo de escenas con muchos personajes y por conseguir que la memoria siga viva.
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