Una nueva adaptación de Federico García Lorca, en este caso de Bodas de Sangre, tras las numerosas para cine (la más conocida la de Carlos Saura con Marisol, Antonio Gades y Cristina Hoyos), teatro y televisión que ya hemos podido disfrutar anteriormente.
Paula Ortiz ya había demostrado talento en su prometedor debut, De tu Ventana a la mía en 2011 y en su segundo trabajo no ha ido precisamente a asegurar. Plasmar en imágenes a uno de los autores más reconocidos y adaptados anteriormente por grandes artistas y hacerlo con la valentía de Paula Ortiz no es tarea fácil y si, un arma de doble filo.
La primera gran decisión era el casting. El trío protagonista era fundamental para transmitir el amor, el deseo, el odio y el sufrimiento de la obra original. Asier Etxeandia y Álex García no eran una opción obvia a priori y después de verla se comprueba la química entre ellos y su compañera protagonista. La escena de su definitiva reyerta está perfectamente coreografiada y «bailada» (la película es casi un musical por ritmo interno, movimiento de sus personajes y presencia de la banda sonora) por Asier y Álex.
Más sencilla era la elección de Inma Cuesta que está consiguiendo una filmografía llena de grandes papeles, de todo género, brillando a la misma altura en drama La Voz Dormida o comedia 3 Bodas de más. Completando el reparto unos magníficos Carlos Álvarez-Novoa (Solas, Las Olas) que no llegó a ver la película estrenarse (fallecido poco antes) y Luisa Gavasa (Entre Tinieblas, 99.9) merecidísimo Goya a la mejor actriz de reparto.
La elección de Shigeru Umebayashi (colaborador de Wong Kar-Wai) para la banda sonora no ha podido ser más acertada. Además el guión está lleno de canciones populares (Nana del caballo grande, La tarara), interpretadas por los propios actores o por artistas reconocidos como, Carmen París o Soledad Vélez, de la que recomendamos sin dudarlo su último grandérrimo disco, Dance and Hunt y que aquí interpreta Pequeño vals vienés (con letra de Lorca y música de Leonard Cohen).
Lo que sí que ha dividido al público es el lirismo de las imágenes, que a sus detractores les parece excesivo y que a nosotros nos resulta, como hemos dicho antes, valiente. Hacer la misma película de otras veces hubiera sido más fácil, a nadie le hubiera parecido tan mal, rodar el texto teatralmente. Siempre valen más ciento volando, que pájaro en mano.
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