Lars von Trier se pasa al terror
La vuelta de Lars Von Trier es digna de lo que se esperaba del director danés. Excesiva, provocadora, polémica, todo por lo que muchos le aman y otros le odian, es lo que tiene La Casa de Jack en sus entrañas.
Con una estructura marca de la casa (compleja y ambiciosa) en varios episodios y con una misteriosa entrevista que vertebra el guión (de la que se van desvelando detalles conforme avanza la película), Lars Von Trier mezcla imágenes de archivo, obras de arte e incluso fragmentos de películas donde se se permite el lujo de autocitarse.
No queda del todo claro, al menos a nosotros, si la intención del director danés es establecer un debate sobre una sociedad enferma y psicópata que sólo se entiende a través de la violencia y está destinada a acabar en el infierno o lo que quiere es hablar sobre la capacidad y los límites del arte para representar el horror haciendo una broma sobre su carrera y las polémicas que le han salpicado en los últimos años.
En cualquier caso consigue, con la ayuda de la extraordinaria interpretación de Matt Dillon (Drugstore Cowboy, Beautiful Girls), reflexionar sobre la violencia y el supuesto disfrute de ella, recorriendo la sádica trayectoria de este asesino en serie, no sin hacer que el espectador aparte la mirada en alguna imagen y con el maravilloso guiño de la aparición de Bruno Ganz, el que fuera el ángel Damiel en El Cielo sobre Berlín.
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