Sencilla y elegante
No siempre cuando una película viene marcada con la etiqueta de «nuevo éxito del indie americano» puedes fiarte del todo. Hace años que dentro de ese baúl de sastre se engloba mucho más que películas que se muevan en las afueras del cine de Hollywood y sí altos presupuestos y estrellas seducidas para dar prestigio a sus carreras. Sin ir más lejos hace bastante tiempo que en los Oscar hay varias películas que utilizan esa independencia como marketing para venderse.
Sin embargo el debut de Kogonada en la dirección es una grata sorpresa. Consigue una de las cosas más complicadas, aparentar sencillez a pesar de notarse que detrás hay un trabajo visual muy planificado. La extraña pareja que se forma de casualidad y que intercambia confesiones, son la excusa con sus paseos (donde uno le enseña a otro las joyas arquitectónicas de la ciudad), para una preciosa fotografía de entornos modernistas. Los dos aprenden y evolucionan como personajes a pesar de venir de entornos muy diferentes. El está en la ciudad por la enfermedad de su padre, un conocido arquitecto; y ella es una estudiante que no se atreve a tomar las riendas de su propia vida mientras cuida a su madre que tiene problemas con el alcohol.
La espontanea interpretación de Haley Lu Richardson tiene mucho que ver en lo que hace de Columbus un trabajo especial. El guión tiene unos diálogos que dicen mucho más de los personajes de lo que lo hacen pretenciosas conversaciones demasiado explicativas del cine que inunda la cartelera. Esos paseos a lo Richard Linklater (del que incluso ha hecho un documental dedicado a su trilogía «Antes de…») donde conocemos a los personajes, la elegancia de los planos secuencia y la colocación de la cámara donde se nota el amor que el director de origen coreano tiene al maestro japonés Yasujiro Ozu, consiguen hacer una película nada pretenciosa que conviene no perderse.
Debe estar conectado para enviar un comentario.