¿Algo más que puro espectáculo?
Parece que el viejo debate entre cine de entretenimiento y de autor se ha despertado con el último trabajo de Christopher Nolan. Sin ser la primera vez que le pasa al director de El Caballero Oscuro u Origen, en esta ocasión parece que ha alcanzado nuevas cotas.
Fuera la que fuera la intención del director en este caso, creo que ya debería estar claro que se puede hacer una gran película llegando a un público masivo, así como hacer una obra maestra, sin una mayoría que se acerque a verla al cine. Pero lamentablemente siguen existiendo demasiados prejuicios para algo tan sencillo como disfrutar del arte según los gustos de cada uno.
La historia de Dunkerque es de sobra conocida, o de fácil acceso si quieres profundizar en los hechos históricos, por tanto no haré aquí un relato de lo que en realidad ocurrió o si la película se ajusta, o no, a la realidad. En cualquier caso no parece la intención de Christopher Nolan el hacer una película histórica. Dunkerque es una superproducción en la que se aprovechan todos los recursos para conseguir un grandísimo espectáculo y no es tan habitual ver como enormes presupuestos se ven materializados hasta el último céntimo en pantalla.
El gran logro que consigue es que el espectador se introduzca como casi nunca en medio de un combate. Entre sus grandes aciertos están por ejemplo la recreación de las batallas aéreas (con algunos planos espectaculares y preciosos) o las explosiones justo a tu lado que nunca se habían «sentido» con tal fuerza en el patio de butacas (hasta parece que las astillas que saltan de ese espolón que conduce a la supuesta salvación te van a dar en la cara). Ahora, esta espectacularidad tiene un peligro, y es cómo se adaptará a un pase fuera de las grandes pantallas. En esto parece que no hay duda, hay que verla en el cine.
Cuenta además con un eficaz reparto coral y con una maravillosa banda sonora, por supuesto por la música de Hans Zimmer pero también por el espectacular trabajo que han hecho con el sonido. Un tic tac se va escuchando acentuando la angustia de la espera y el sonido de la respiración de los actores, el ruido del viento anticipando tormenta o el trabajo con los silencios la hacen favorita a varios premios técnicos la noche de los Oscar.
Algo que no consigue Nolan es darle pausa al guión. Parece que cada escena es una película en si misma y todas se tratan con un suspense independiente que hace que la progresión a ratos se interrumpa. A lo que ayuda la acostumbrada estructura empleada por el británico en diferentes historias que se entremezclan y que resulta a ratos repetitiva, a pesar de un correcto trabajo de montaje. El mismo director ha declarado que pretendía hacer un thriller y no una película bélica, acabando así con varios de estos debates.
La reflexión sobre el conflicto se deja para unos pocos apuntes en distintas partes del guión, aunque lo que si que deja claro en su conjunto es lo horrible de cualquier guerra. Es curiosa la decisión de dejar fuera, casi en su totalidad, a soldados no británicos (ni siquiera del bando enemigo aparece ningún personaje), que ha herido sensibilidades por ejemplo en Francia. El mensaje más claro que apunta el guión es la solidaridad como solución para sobrevivir y sólo se puede atisbar un reflejo en la actualidad con esa vieja Europa replegándose sobre si misma sin atender los problemas de los demás (inmigración, brexit…). La escena final con dos personajes leyendo el discurso de Churchill es la más enigmática de la película. Parece interpeler al espectador, lanzando una pregunta al aire. ¿Será posible una convivencia y unión solidaria entre países sin egoísmos individualistas y en búsqueda de una verdadera paz?
Debe estar conectado para enviar un comentario.